Quienes comenzamos a militar con el advenimiento de la
democracia esta consigna, que
escribíamos en las paredes recién pintadas de blanco algunas noches, formaba
parte de nuestra lucha por levantar las
banderas que la dictadura había borrado, matado. Los años que siguieron las
condiciones para decir no cambiaron. La “política”
como palabra fue repudiada, maldecida y finalmente silenciada. Pero eso sí, el
proyecto que la dictadura había
desembarcado en los años oscuros seguía en pie, metamorfoseado, favoreciendo a los mismos sectores y
condenando aún más a la miseria a los descamisados. La derrota del peronismo
revolucionario no sólo fue muerte de miles de compañeros, de organización, de
consignas, sino de las mismas palabras que fueron desterradas, vaciadas o en
algunos casos frivolizadas.
Cuando Néstor Kirchner asumió como Presidente de la
Argentina en el 2003 pronunció su discurso ante la Asamblea Legislativa que generó, como
acontecimiento, cambios de posibilidades
discursivas en un escenario dominado
hasta el momento por la lógica neoliberal. Sus palabras, las palabras del
Presidente, envestidas de poder, permitieron que las palabras vuelvan hacer no
solo palabras, es decir, habilitaron que vuelvan hacer cosas. Comenzaron a ser realidades nuevas, volviendo
a nombrar lo innombrable, lo indecible.
En estos días nos propusimos volver a llamar, a decir, a
gritar aquello que se fue construyendo durante estos últimos diez años: las nuevas
conquistas que los tiempos y las luchas habilitan y aquellas viejas banderas
históricas del peronismo revolucionario. Hoy seguimos luchando para profundizar
aquello que nació hace una década de la mano de Néstor y Cristina.
Aquí van sus palabras…
“Formo parte de una generación diezmada, castigada con dolorosas
ausencias; me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a
las que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada. No creo en
el axioma de que cuando se gobierna se cambia convicción por pragmatismo. Eso
constituye en verdad un ejercicio de hipocresía y cinismo. Soñé toda mi vida
que éste, nuestro país, se podía cambiar para bien. Llegamos sin rencores, pero
con memoria. Memoria no sólo de los errores y horrores del otro, sino también
es memoria sobre nuestras propias equivocaciones. Memoria sin rencor que es
aprendizaje político, balance histórico y desafío actual de gestión.
Con la ayuda de Dios, seguramente se podrá iniciar un nuevo
tiempo que nos encuentre codo a codo en la lucha por lograr el progreso y la
inclusión social. Poniendo en una bisagra la historia, con mis verdades
relativas, en las que creo profundamente pero que sé que se deben integrar con
las de ustedes para producir frutos genuinos, espero la ayuda de vuestro
aporte.
No he pedido ni solicitaré cheques en blanco.
Vengo, en cambio, a proponerles un sueño: reconstruir nuestra
propia identidad como pueblo y como Nación; vengo a proponerles un sueño que es
la construcción de la verdad y la Justicia.
Vengo a proponerles un sueño que es el de volver a tener una
Argentina con todos y para todos.
Les vengo a proponer que recordemos los sueños de nuestros
patriotas fundadores y de nuestros abuelos inmigrantes y pioneros, de nuestra
generación que puso todo y dejó todo pensando en un país de iguales. Pero sé y
estoy convencido de que en esta simbiosis histórica vamos a encontrar el país
que nos merecemos los argentinos.
Vengo a proponerles un sueño: quiero una Argentina unida, quiero
una Argentina normal, quiero que seamos un país serio, pero, además, quiero un
país más justo.
Anhelo que por estos caminos se levante a la faz de la tierra
una nueva y gloriosa Nación: la nuestra.
Muchas gracias. ¡Viva la patria!” (Presidente Néstor Kirchner 25 de mayo de 2003)