miércoles, 12 de febrero de 2014

GENERAL GÜEMES, EL PADRE DE LOS POBRES

  
En su libro “Formación de la conciencia nacional” Juan José Hernández Arregui nos dice: “La obra maestra de la oligarquía, […] ha sido su historia oficial. Ha inventado figuras, las ha iluminado u oscurecido, las ha exaltado o las ha deshonrado. Cuando no ha podido enterrar a determinados argentinos, […] la oligarquía, a través de sus historiadores asalariados, ha creado maniquíes en lugar de hombres”.
            Uno de los casos emblemáticos de la historia oficial es lo sucedido con el patriota Martín Miguel de Güemes y su milicia de gauchos a quienes les debemos la independencia de nuestro país. Güemes y sus gauchos son la muestra clara de que la independencia argentina tuvo como protagonistas necesarios a los sectores populares por más que le pese a la oligarquía.
            Don Martín nació en Salta un 8 de febrero de 1785, según consta en el acta de bautismo de la parroquia de la Merced (1). Provenía de una familia noble, era descendiente del fundador de San Salvador de Jujuy Francisco de Argañarás y Murguía.
            De joven prestó servicios militares en Bs. As, destacándose en la primera invasión inglesa. El 12 de agosto de 1806 un grupo de caballería, del que formaba parte el joven Güemes, a causa de una bajante del rió, abordaron y tomaron el buque mercante inglés “Justina” de 26 cañones que contaba con una tripulación de 100 marines, sin contar los oficiales, esta espectacular hazaña fue relatada por el capitán del Justina, el inglés Alejandro Guillespie.
            Una vez producida la revolución de mayo participó de la primera, de las tres fallidas, expedición al Alto Perú (hoy Bolivia). El objetivo era llegar con el ejército patriota desde el norte a la Ciudad de Lima, capital del Virreinato del Perú (centro del poder realista) para de esta manera derrotar definitivamente a los españoles.
            No pudo participar de la segunda expedición, por ser acusado, no sin razón, de tener amoríos con la esposa del capitán del ejército Sebastián de la Mella (2). Por ello fue relevado de su cargo y enviado a Bs. As.
            Después de las derrotas de Manuel Belgrano en Ayohuma y Vilcapugio fue nombrado como jefe del Ejército del Norte José de San Martín quien, antes de renunciar por razones de salud, aseguró la defensa de la frontera norte con Güemes.
            En realidad San Martín tenía claro que por el norte no se podía conseguir nada, era necesario primero liberar Chile, para luego atacar por mar a Lima. Con la guerra de guerrillas que llevaba a cabo Güemes en Salta y Jujuy y los bravos caudillos alto peruanos (3) bastaba para detener el avance realista y una vez que llegara San Martín a las costas peruanas; ahí sí, avanzaría Güemes con las fuerzas irregulares por el Alto Perú para que a través de un efecto de pinzas, pudiera derrotar definitivamente a los españoles. San Martín se dedicó, entonces, a armar su ejército en Mendoza encomendando a Güemes resistir y desgastar al enemigo en la frontera con el Alto Perú.
            En su reemplazo fue designado José Rondeau quien inició la tercera y última expedición al Alto Perú, de la que no participo Güemes por desacuerdos con Rondeau. Después de la victoria en Puesto del Marquez, Güemes y sus gauchos se retiraron a Salta. La soberbia, indisciplina y corrupción de los oficiales del ejército de Rondeau fueron las causas de la derrota en las batallas de Venta y Media y Sipe – Sipe (4).
            El destino de la patria quedaba en manos de los gauchos de Güemes quienes, desprovistos de la ayuda de Bs. As., defendieron heroicamente por cinco años la frontera norte de los ataques españoles (1816-1821).
            El ejército irregular de Güemes estaba compuesto por las clases populares de esa época: criollos, mestizos y negros esclavos; en su gran mayoría “gauchos”, peones, arrieros, pastores.
            Desde 1775 existía una ordenanza real sobre los “vagos y mal entretenidos” que se aplicaba en las colonias españolas de América y que se extendió después de la independencia (a través de distintos decretos provinciales) hasta principios del S. XX. La institución conocida como el “conchabo” consistía en que todo individuo que no fuese propietario de campos, sería obligado a trabajar como sirviente en los campos de un patrón a elección del juez de paz. Como bien dice Abelardo Ramos esta institución preparó la consolidación de la economía y la política de la oligarquía, al proveerse de mano de obra cuasi esclava.
            Esta institución fue derogada por el gobernador Güemes (gobernador electo en 1815) y no se aplicó durante sus seis años de Gobierno. Pero no fue la única reformas social a favor de las clases populares, también creó el fuero gaucho, es decir extendió a las milicias el fuero militar (para entender la importancia de esta institución vale decir que era una de las prerrogativas de la nobleza, que consistía en la posibilidad de ser juzgado, de todo delito cometido, por sus propios pares); eximió del pago de arrendamientos a los paisanos que participaran de manera directa o indirecta en la guerra de la independencia con su personas o sus bienes; perdonó el pago de deudas a los soldados; entregó a sus soldados las tierras de los oligarcas salteños que habían colaborado con los realistas.
            Abelardo Ramos de manera acertada afirma: “El contenido social de la revolución era condición preliminar para impulsar las reivindicaciones nacionales contra los españoles”, es decir sólo con el apoyo de las masas populares puede triunfar una revolución (5).
            Al reclutar el caudillo sus soldados de las masas populares y por la solidaridad que la guerra crea entre la tropa y el mando, el caudillo inevitablemente se termina identificando con las necesidades de los sectores populares y vela por sus intereses. Como dice Jauretche: ¡El caudillo es el sindicato del Gaucho!
            Estas concesiones a los sectores populares empiezan a generar malestar sobre la oligarquía salteña. Como siempre esta clase egoísta y avara se siente perjudicada no solo por las cargas impuestas por Güemes para sostener la guerra de independencia (al no tener apoyo de Bs. As cada vez eran más onerosas), sino también porque con estas reformas es muy difícil imponer su señorío a las clases populares, el Gaucho es un protagonista importante en la independencia, la oligarquía ahora tienen que lidiar con hombres libres.
            Aprovechando la ausencia del General Güemes una parte de la oligarquía salteña se levanta contra el gobernador, acusándolo de tirano y demagogo. En esto hay que reconocer lo congruente que es la oligarquía, ya sea por tradición o tal vez por falta de ideas, a la hora de descalificar siempre utilizaron la misma fórmula.
            Una de las causas del levantamiento era la prohibición de comercializar mercaderías con los realistas del Alto Perú, está no era una medida caprichosa no olvidemos que ¡Se trataba del enemigo! Pero la oligarquía no lo entendía así, por encima de todo (incluso de la patria) está la libertad del comercio, o mejor dicho, sus intereses. El levantamiento se conoció con el nombre de “revolución del comercio”. Los revolucionarios aprovechando que en la frontera norte estaba el peligro del avance realista y en el sur Güemes libraba una batalla contra el gobernador de Tucumán, Bernabé Araoz, destituyeron al General Güemes, nombrando en su reemplazo a Saturnino Saravia. Sin embargo la revolución no duro mucho tiempo, con la sola presencia de Güemes fue sofocada. El General respetó la vida de todos los traidores, a cambio de ello les aplicó una dura pena pecuniaria.
            Mariano Benitez era uno de los que se habían levantado en contra de Güemes en la fallida revolución del comercio. Don Martín le perdono la vida, dejándolo escapar. Benitez intercepto en Tupiza un destacamento del ejército español de 4.000 hombres al mando del Coronel  José María Valdez (conocido como el “Barbarucho” por su crueldad) y a cambio de $ 5.000 Benitez le indicó el camino secreto para llegar a la ciudad de salta y así poder atacar por sorpresa a Güemes
            El 7 de junio el Barbarucho Valdez con 300 hombres rodearon la Ciudad de Salta en busca de Güemes quién se encontraba en casa de su hermana. Le tendieron una emboscada, donde fue gravemente herido, pero logró escapar hasta el cerro San Bernardo, de allí los vecinos los trasladaron a Cañada de la Orqueta donde murió el 17 de junio de 1821. Antes de morir hizo jurar a su segundo en mando continuar la lucha por la independencia (6).
            La última afrenta de la oligarquía opositora a Güemes fue el armisticio que firmaron con el General español Olañeta. Este se comprometió a retirarse de Salta con la condición de que no invadieran el Alto Perú, ni dejaran transitar tropas por Salta en apoyo al General San Martín que se encontraba en Perú. Este armisticio sumado a la falta de apoyo del gobierno de Buenos Aires fueron las causas de que el General San Martín no derrotara definitivamente a los españoles, la victoria sobre los realistas recién llegaría cuatro años después de la mano de Bolivar y Sucre.

Jorge L. Chalup.-

(1) La fecha de bautismo es del 9 de febrero de 1785, donde dice que el niño tiene dos días de vida. Por ello algunos consideran que Martín nació el 7 de febrero.
(2) Al parecer don Martín era un tipo muy agraciado (“alta facha” dirían los pibes de hoy) y con mucha suerte con las mujeres. Esto fue usado por la oligarquía y la historiografía liberal para desprestigiarlo.
(3) Mitre lo llamó “la guerra de las republiquetas”, entre los jefes de ejércitos irregulares encontramos a Manuel Ascencio Padilla y su esposa la Teniente Coronela Juana Azurduy (Belgrano le entrego su espada en reconocimiento a su valentía); el presbítero Idelfonso Escolástico de las Muñecas; José Vicente Camargo; José Miguel Lanza; Ignacio Warnes; Juan Antonio Alvarez de Arenales; Eustaquio Mendez; Francisco Pérez de Uriondo y José María Avilés; Miguel Betanzos y José Ignacio de Zárate,
(4) En primer lugar dejaron de lado a los caudillos altoperuanos que, a través de la guerra de guerrillas que llevaban a cabo, habían dado suficiente muestra de su disciplina, valentía y compromiso con la causa, derrotando más de una vez a los españoles. Así no participaron Manuel Ascencio Padilla y su esposa Juana Azurduy, José Miguel Lanza, José Ignacio de Zárate y José Vicente Camargo. En segundo lugar, después de la victoria en Puerto del Marquez, cuenta José María Paz que oficiales y soldados se emborracharon hasta más no poder dando un espectáculo lamentable, mostrando la indisciplina de la tropa. Siguiendo con Paz, este nos cuenta que antes de la derrota en Venta y Media no se conseguían víveres porque las prostitutas de los oficiales mayores se habían apropiado de todos y en las tiendas de campaña vivían como reyes. También están los relatos sobre como el Coronel Martín Rodriguez, nombrado por Rondeau gobernador de Chuquisaca, después de las requisas (en realidad pillaje) se quedo con más de un vuelto.
(5) Este fue uno de los inconvenientes que tuvo Simón Bolivar que contaba con un ejército de criollos privilegiados (los mantuanos) y no de masas populares. En cambio los españoles tenían un ejército compuesto además por zambos, pardos, negros, a quienes les prometían la libertad y les otorgaban las propiedades y riquezas de los criollos blancos venezolanos que le negaban todo tipo de derechos.  La derrota a manos de los realistas era inevitable. Bolivar, tuvo que exiliarse en Haití, el primer país libre de nuestra América. Allí recibió la ayuda del Libertador de Haití, el mulato Alejandro Petion. Bolivar cambió radicalmente su estrategia, cumpliendo la promesa que hiciera al presidente haitiano de abolir la esclavitud en todas las tierras que liberara. De esta manera incluyó a los sectores populares, levantando sus reivindicaciones. Es imposible hablar de un movimiento de liberación nacional, si este no tiene el apoyo de las clases populares. Todo movimiento nacional, popular y revolucionario tiene un proyecto político, económico, cultural y social en el que se encuentra incluida las clases subalternas como actor principal, esto si no es así no será verdadero y estará destinado al fracaso.
(6) El general Olañeta a sabiendas de que Güemes agonizaba envió una comisión para ofrecerle ayuda médica, dinero, títulos y honores a cambio de renunciar a la lucha. Fue en ese momento que el General ordenó al coronel Jorge Enrique Widt: ¡Júreme usted, sobre el puño de esta espada, ya mismo y delante de estos señores, que cuando yo muera seguirá la lucha mientras haya un enemigo de la Patria y un salteño dispuesto a dar la vida por la libertad!".

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